miércoles, 19 de abril de 2006

El fútbol y los in-dividuos

León es hermano de mi madre. Es decir, mi tío. No sé por qué hoy me dio por pensar en él, pero recuerdo que era amante del fútbol, hincha a morir del Pereira F.C. y fanático febril de la radio. Tengo en mi mente la imagen de su mano sosteniendo un pequeño radiecito junto a su oreja cada domingo. Unas cuatro horas antes del partido comenzaba a oír El Carrusel Deportivo para enterarse de todos los pormenores de la jornada futbolera. Luego, después del partido, sea cual fuere el resultado del mismo, oía la cabalgata deportiva durante otras cuatro horas. La previa la oía yo concentrado tratando de obtener algunos detalles sobre el Atlético Nacional, equipo y color de mi alma. De tiempos antes recuerdo tan poco que preferiría no decir cual fue mi primer amor en el fútbol. La cabalgata deportiva se me hacía tediosa toda vez que sólo se hablaba del partido del Pereira. Obviamente, si se trataba de un cotejo frente a mi Nacional, encendía la radio y me sentaba a oír cuanto se dijese en aquellas divertidas cuatro horas.

León introdujo a mi vida el fútbol, fracasando en su más intimo deseo por volverme un hincha del Pereira. Cierto es que también respetó siempre mis inclinaciones. De todas maneras, a mi tío le debo el placer del gol, el orgasmo fanático de un hincha que ve a su equipo vencer a otro. Como un patriotismo patológico; claro que, tratándose de Colombia, hablar de patriotismo quizá tenga más que ver con fútbol que con patria. Al fin y al cabo se trata de un artilugio de identificación social de cierta índole. Así que, patriota o no, el fútbol supone cierta unión social tan estrecha como la que había entre mi tío y su radio.
.
Y entonces pasa lo de siempre...
.
- Deberías estar durmiendo. ¿Acaso no te das cuenta de que perdés el tiempo escribiendo bobadas a sabiendas de que este tiempo te va a faltar luego para hacer las tareas de la universidad?
- De nada me sirve a mí estudiar para dejar de hacer lo que deseo. Yo estudio por que me parece divertido. Y si en este u otro momento no lo encuentro agradable, pues no lo hago.
Disputa diaria entre ese yo corporativo y el heppee. Nada que hacer, parece que no desean vivir juntos. ¡AY! Dios mío, si no me deshago de estos malparidos van a terminar por acabar conmigo. Así que, como ya les dije, no negocio más: o se reconcilian o se van para la mierda. No hay más opción. Se trata de ustedes o yo. Y si ustedes no pueden vivir sino en mí ¿de qué se quejan? ¿Con qué derecho se arrogan la facultad de exigirme algo? Lo siento, ahora van a trabajar juntos. Así lo ordeno y punto.
...
Disputa diaria entre ese yo corporativo y el heppee. Nada que hacer, parece que no desean vivir juntos. ¡AY! Dios mío, si no me deshago de estos malparidos van a terminar por acabar conmigo. Así que, como ya les dije, no negocio más: o se reconcilian o se van para la mierda. No hay más opción. Se trata de ustedes o yo. Y si ustedes no pueden vivir sino en mí ¿de qué se quejan? ¿Con qué derecho se arrogan la facultad de exigirme algo? Lo siento, ahora van a trabajar juntos. Así lo ordeno y punto.

sábado, 8 de abril de 2006

Monólogo con la rata

Todo comenzó por que Amelia, mi rata, se comió un pedazo de tela. Después llegaron los días en que boté el celular. Ay, que dolor tan contemporáneo, por decirlo de alguna manera. Las ansiedades de nuestro tiempo pueden curarse con tantas cosas que la misma cura termina siendo patológica. Que tiempo tan emocionante. Vertiginoso, como mi caída tal vez. Cuando voy a la universidad no siento lo que antes. Ahora me siento ebrio, simplemente ebrio. Como si el pobre Geoff hubiese sido adicto a la morfina y no al mezcal. El mundo se me ha ido perdiendo mientras la rata corre engañada en su pequeña jaula. A veces la he cargado durante unos minutos, acariciándola y hablándole suave para que se sienta tranquila. Un día me orinó y tuve que limpiar el jean. Ahora mismo voy por ella para que me haga un poco de compañía.
Ni músico ni periodista ni nada, vos no sos nada. Nada más que un marihuanero. Porque, eso sí, te la has pasado fumando marihuana los últimos dos o tres, o quizá cuatro años. No vengas a decir ahora que es que fue que que fue que. Me parece que te has pasado. No, no no. Así no se puede. Estás mal, muy mal Geoff, digo Diego, digo Pedro, o los que sean, no importa. ¡Ah! ¿Y si no entienden? Pues que se coman una caca. A quién le importa lo que piensen los nuevos. Acaso vives para darte cuenta de todo. No señor, se vive para ser feliz. JAJAJAJA. A mí me da pereza ser feliz. No ves que de aquí a cualquier otra cosa nunca hay nada, en cambio, en el mundo ese de los felices ¿Qué hay? Nada, nada de nada. Además siempre puede escaparse. ¿Quién es ese que dice lo del lenguaje y el mundo? Como sea, la vida no importa cuando puedes construir el mundo en el que vivirá. Dios. Qué confusión. Esta si que ha sido una buena vuelta de la rata. Es cierto, Amelia ha tenido sus buenos detalles. Hasta creo a veces que en ella está la salvación. Qué clase de estúpido he sido. Y lo sigues siendo pobre Diego. Cuantas verdades juntas, voy a terminar vomitando todo y quizá sea bueno guardar para los próximos días, necesito todavía aguantar un poco para poder irme. La rata que se quede con Lucero. ¿O la llevo? No, necesitamos descansar de ella, de sus vueltas a velocidad infinita. Necesito dar mis propias vueltas y desenredar quizá el ovillo este en el que me he metido de a poco.