domingo, 26 de febrero de 2006

Existencial por un pelo

Que sosa es la vida en esos momentos en que, sin nada por hacer, la vida me pregunta por lo que sigue y yo no sé responder. Lamento mucho no aprovechar el tiempo haciendo las cosas que digo que haré cuando tenga tiempo. Soy quizá un fracasado. Sí lo soy. Lo verdaderamente preocupante es el hecho de que mi vida se vuelva sosa de vez en cuando. Y es que no sé nada, no sé. ¿Qué hacer? ¿Cómo saberlo si no sé siquiera qué se hacer? ¿Cómo, si justo en esos instantes en que la vida me pregunta, ella misma se me antoja inútil? ¿Cómo si me tengo por un inútil?

Mis compañeras no dejan de hacerme saber su inconformismo con la forma en que me estoy peinando. Lo peor es que doy demasiado crédito a todo lo que dicen y termino siempre por preocuparme un poco por mi apariencia física. Cierto es que me trae sin cuidado lo que yo piense de lo que piensen ellas, siempre termino por hacer lo que no quiero con tal de no enfrentarme al monstruo de Vicente. Pavor me da la idea de la soledad inducida, de ser un ermitaño, no por convicción sino por obligación. Quisiera irme para la Patagonia o más lejos, con tal de perder el miedo a dejarlo todo, pero no lo soportaría si la posibilidad de volver no estuviese siempre intacta. Necesito tanto a la gente como a mi soledad misma. La necesito por que sin la gente no siento el ergo y la aborrezco por que sin soledad no hay sum. De todas maneras no tengo la valentía suficiente para irme (jamás la tendré) así que lo más seguro es que este fin de semana me corte el pelo para no quedar mal con el monstruo.

Si dejar de escribir tanta basura fuese tan fácil como cortarme el pelo la vida no me llevaría, precisamente, a escribir tanta basura para purgar todo ese odio que le tengo al monstruo hediondo de Vicente. Las cosas son más delicadas de lo que aparentan; de hecho, son de una simpleza que no deja percibirse siquiera, no dejando más opción que hacer todo complejo, buscando en cada lío una nueva explicación. Esa es la actitud que tomo, precisamente, cuando salgo a caminar, es decir, se me hace que complejizando el mundo logro comprenderlo un poco mejor. El resultado: basura, pura basura. ¡Puta basura! Meses sin nada que valga la pena en miles de líneas cargadas de basura y más basura. Sucio mundo que tan poco tiene para los que carecemos del talento divino de encontrar en el mundo las pequeñas cosas que encuentran los artistas. ¿Qué hay para la retina de un pobre que sólo busca divertirse un poco cada vez que escribe? Nada, pura puta basura. Que me corte el pelo, dicen quienes poco se interesan por la cabeza.

Yo pienso, pero existir es más difícil. Sobretodo porque pensar, hoy por hoy, encierra una gran paradoja, digamos, de la misma manera en que resulta paradójica una hostia en el infierno. Yo pienso en los ascensores, ya lo he dicho antes, pero no hay nada de bueno en ello. Todo el mundo piensa en los ascensores. Pienso en la calle, en el bus y en la cama, pienso todo el día y aún así, no tengo la menor idea de qué –ni cómo ni cuándo ni para qué ni, ni, ni…- existo. Y si realmente existo por el hecho de pensar, pues no veo la gracia.
Entre René Descartes y René Higuita no hay ninguna diferencia, salvo, cierto es, ambos aparecen siempre con el pelo largo. El uno creyó descubrir algún secreto de la existencia, el otro hizo el escorpión en Wembley; me inclino por el futbolista. Aunque me da igual, el caso es el pelo y la existencia.