jueves, 29 de marzo de 2007

La paradoja de la papa

He regresado. Seis meses de lucha del hombre contra el hombre. Freud tendría en mí un caramelo si me hubiese cogido en esos días. Pero no, no me cogió. Ni él ni los monstruos. Lo que si hubo fueron fantasmas, abismos y paranoia.

He regresado, la razón, madre de todos los vicios, quiso venir para quedarse. Y tuve miedo, porque me cogió por las patas y casi me ahoga. El tiempo es demasiado gordo para ser uno racional, y menos a la manera de los Jesuitas (soy víctima de ellos). Adiós a los arbolitos, adiós al uno que deviene dos y al dos que deviene cuatro. Déjenme explicarles.

Yo sólo sé vivir de dos maneras, las dos permiten ser feliz unos segundos de vez en cuando. La una es dando vueltas, orbitando, pivotando en torno a las cosas que llegan, en torno a un poder extraño que logra darle más significado a unas cosas que a otras, y me duele la tercera vértebra cuando vivo así. En cambio, cuando duele la cuarta, todo da vueltas y yo me quedo mirando. Lo malo del asunto es que en la primera el mundo y su gente se me hacen estorbos, y en la segunda el estorbo soy yo. Paradoja que no se resuelve así como así.

Los últimos seis meses no fueron de ninguna de estas dos maneras. ¿Cúal otra? La mezcla de las dos. Estuve afuera y adentro a la vez, y por supuesto que no comprendía nada, hasta me dolían la tercera y la cuarta a la vez. Creo que los estoy confundiendo. Espere y verá.

Si yo fuese una papa, la primera de las opciones es ser pulpa, lo que hace que la cáscara sea un estorbo. En la segunda opción yo soy la cáscara, y la pulpa se vuelve una cosa interna que hay que cuidar. Ahora sí: ¿Qué pasa si uno es cáscara y pulpa a la vez? Pues no hay manera de comerse la papa sino cocinada, para no tener que pelarla ni cortarla en trocitos franceses. Eso fue, ahora sí que quedó claro. Los últimos seis meses estuve cocinándome, dejando de ser papa, para convertirme en comida.

A pesar de todo, he vuelto del baño maría. Aunque ya no soy una papa; ni cáscara ni pulpa, ni afuera ni adentro. Señoras y señores, después de haber comido y hecho la digestión, me he convertido en una mierda, o mejor dicho, un adulto común y corriente.