domingo, 24 de febrero de 2008

Calmaito

Libre y con calma. Puras ocupaciones urgentes, nada trascendental, cero metafísica. No hay amor, fe jamás. La soledad no es tan inclemente, el todo es no esperar nada para no ir metiendo en el futuro los dedos untados de una nostalgia anacrónica. Quedamos entonces manilavados, libres; que los judios escojan a quien matan. ¿Qué culpa tuvo Barrabás? Ninguna. Lo que si tuvo fue mucha suerte.

Ahí ando, como siempre. Pero no es tan malo, ya dije. Resulta que cerrar la boca puede salvar mi vida, pero también condenarme por otorgar. La cuestión no es con la boca sino con la lengua, y yo la tengo empolvada.

¿No sabes qué haces? ¿Ves un cementerio por la ventana? Sólo solo, no es para tanto. No me duele nada. Sin embargo no me gusta. Nada me gusta.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Rezando

Más mía que otra cosa. Un experimento con texturas siempre resulta un poco áspero. La diosa del billar anda un poco enojada conmigo y parece que no necesita mucho de mí. Al parecer está celosa. Todo lo que hice fue jugar una partida de póker; Empate. Desempate: el corazón vence al trébol. ¿Quién gana? Yo, por lo menos.

Que se tengan los incrédulos por ateos no me importa. Les basta con deshacer, con destruir. La destrucción puede llegar a ser hermosa, pero ellos no lo saben. Creen que el universo se está acabando y el mundo se está acabando y todo se está acabando sólo porque ellos, pobres mortales, se están acabando.

A medida que les llega el fin, su temor de no hacer historia los lleva a la histeria de la guerra. Miren a nuestro vecino, es casi lo mismo que el superintendente de acá si hubiese prestado el servicio militar. Debe haber un instante entre diástole y sístole para que un hombre no comprenda lo que hace al matar a otro.

Hoy, zarco, te pido lo de siempre: papel para barquitos, el circo y algo de legalización. Gracias por lo del verde.

Amén en todo caso.

jueves, 14 de febrero de 2008

Síntomas

Una eterna mirada hacia atrás implica estar contantemente de espaldas al futuro, de cara al pasado. Mejor dicho; los melancólicos estamos condenados a esta posición que describo, ya que no defino. Es bien difícil definir cualquier cosa que nos caracteriza, claro; es cuestión de objetividad utópica después de un roce de la palabra con la subjetividad.
No sería suficiente con describir estrepitosamente el dolor de nuestros dolores. Sería mi tranquilidad el encontrarme dentro de los dolores de una vida cualquiera, así es la vida, así es; cuando uno se da la vuelta, se da cuenta de que no tiene nada, y de que los nombres que le poníamos a las cosas no eran sino paliativos afectivos, nominales por demás, para que en los peores días de la soledad tuviésemos con qué fabular.

Pobre yo, no sería capaz de ir a la esquina sin miedo de ver algunas caras que me salan las llagas. Así es la vida, decía don Manolo, y no es que yo lo haya descubierto, no, ya mi papá me lo decía y seguro es algo que comprenderemos sólo los que hemos soñado todo el tiempo, los platónicos, los eternamente platónicos; los enamorados del fin y jamás de los medios.