viernes, 5 de marzo de 2010

Del juicio anacrónico

Los años pasan, las cosas cambian, esa es la lógica que más abarca, la más certera. Miramos atrás, por algún azar "divino" que nos permite hacerlo, y notamos los cambios, vemos qué ha cambiado, cómo ha cambiado todo. Nos derretimos jugando a la memoria con lo que no somos, lo que ya no fuimos porque los cambios a que tuvo lugar nuestra vida no nos llevaron a esos lugares y estados que esperamos alguna vez, a los sueños cumplidos que anhelamos inocentemente, a la calma, a la risa, al amor. Vemos a los otros y recordamos también quiénes desearon ser, qué desearon y qué dibujaron con pasión para sus vidas. Al final juzgamos con nuestro bien y nuestro mal, chatos, cortos de sentidos y contextos. Nos creemos entonces dueños de todo el tiempo, valoramos los cambios pensando que todo fue intempestivo, inmediato y espontáneo. Pero valoramos los cambios del otro, porque los nuestros parecen lógicos, los nuestros son sufridos, padecidos y vividos - y vívidos -. Nadie sufre por cabeza ajena, nadie es, para uno, el producto de una suma infinita de circunstancias inabarcables. Creemos que son sólo decisiones y las juzgamos precipitadamente. ¡Qué terrible vanidad hay en cada juicio de la historia del otro! ¡qué sesgada y corta de mente resulta la condena! Hoy me rebelo contra tal justicia y apelo al tiempo en mi favor, en favor de quien sufre condenas impuestas por ciegos, por quienes creen saber lo que significa que el tiempo pase y las cosas cambien. Me rebelo y a la vez me escondo silencioso para poder yo mismo condenarme. Pero solo; condenarme a mí solo. Unicamente pagaré esta condena que yo mismo sepa imponerme al hacer memoria y recordar cada dolor, cada lágrima, cada trayecto, cada renuncia - y su costo marginal-, cada pasión, cada miedo; cada tiempo y cada cambio. Pagaré la condena que todo lo abarque antes de juzgarme yo mismo. Porque soy lo que he creído y no lo que he deseado. Eltiempo pasó, lascosas cambiaron y aquí sigo, aquí seguimos, simplemente creyendo.

martes, 2 de marzo de 2010

desDesear



Un deseo cualquiera no debe anularse, pero la jodida vida hace que de vez en cuando desear sea la causa de todos los males. Por ejemplo, si uno desea que le quiten la vida, pues vivir es la anulación del deseo, y a cada instante la única cosa verdadera es la frustración.
A ver, hablemos de un cuadro, para poner un ejemplo más colorido; si el deseo necesita de tal o cual color para verse satisfecho, es completamente cierto que la ausencia de tales colores que anhelamos es el incumplimiento del deseo. Maldita pintura. De nada sirve desear si el deseo nos mata. Sólo aquel cuyo deseo es la muerte puede tener la certidumbre total de que ya logró hacerse a ella, aunque le toque vivir para conseguirlo, pues nadie se muere sin estar vivo. ¿Alguna duda?