Del juicio anacrónico
Los años pasan, las cosas cambian, esa es la lógica que más abarca, la más certera. Miramos atrás, por algún azar "divino" que nos permite hacerlo, y notamos los cambios, vemos qué ha cambiado, cómo ha cambiado todo. Nos derretimos jugando a la memoria con lo que no somos, lo que ya no fuimos porque los cambios a que tuvo lugar nuestra vida no nos llevaron a esos lugares y estados que esperamos alguna vez, a los sueños cumplidos que anhelamos inocentemente, a la calma, a la risa, al amor. Vemos a los otros y recordamos también quiénes desearon ser, qué desearon y qué dibujaron con pasión para sus vidas. Al final juzgamos con nuestro bien y nuestro mal, chatos, cortos de sentidos y contextos. Nos creemos entonces dueños de todo el tiempo, valoramos los cambios pensando que todo fue intempestivo, inmediato y espontáneo. Pero valoramos los cambios del otro, porque los nuestros parecen lógicos, los nuestros son sufridos, padecidos y vividos - y vívidos -. Nadie sufre por cabeza ajena, nadie es, para uno, el producto de una suma infinita de circunstancias inabarcables. Creemos que son sólo decisiones y las juzgamos precipitadamente. ¡Qué terrible vanidad hay en cada juicio de la historia del otro! ¡qué sesgada y corta de mente resulta la condena! Hoy me rebelo contra tal justicia y apelo al tiempo en mi favor, en favor de quien sufre condenas impuestas por ciegos, por quienes creen saber lo que significa que el tiempo pase y las cosas cambien. Me rebelo y a la vez me escondo silencioso para poder yo mismo condenarme. Pero solo; condenarme a mí solo. Unicamente pagaré esta condena que yo mismo sepa imponerme al hacer memoria y recordar cada dolor, cada lágrima, cada trayecto, cada renuncia - y su costo marginal-, cada pasión, cada miedo; cada tiempo y cada cambio. Pagaré la condena que todo lo abarque antes de juzgarme yo mismo. Porque soy lo que he creído y no lo que he deseado. Eltiempo pasó, lascosas cambiaron y aquí sigo, aquí seguimos, simplemente creyendo.