miércoles, 25 de abril de 2007

Re-inserción


No es un problema de combatientes, como lo insinúa el realismo político, ni hay criminales (quizá por no haber derrotados), como lo entendería el positivismo jurídico. ¿Qué somos en medio de este conflicto? Podemos, según los enfoques morales, comprendernos como víctimas. Sería, en cierto modo, incontestable; la sociedad civil ha sido víctima del olvido del estado, de vacunas, pescas milagrosas, atentados, masacres, desapariciones, desplazamientos, homicidios y miles de “balas perdidas”; la guerrilla ha sido víctima del ejército, de las autodefensas, de la exclusión política, de bombardeos silenciosos y del odio tal vez merecido que gran parte de la población le tiene; los paramilitares, víctimas de la guerrilla, del desplazamiento forzado, de la influencia de gremios adinerados y del narcotráfico, de la estigmatización y de la pobreza; el Estado, víctima de un conflicto inmanejable. Víctimas todos y todos victimarios. No existen los unos sin los otros. Y entre tantos mártires el rencor y el odio crecen, el plomo va y viene. No cabemos todos en el papel de víctima al mismo tiempo, aún cuando las esquirlas hayan herido a generaciones colombianas que aún están por nacer.

Somos víctimas solitarias, cada quien tiene alguien para señalar, un bando al que dirigir sus disparos. Nuestro mal va a cumplir más de cien años si no nos comprendemos de otra manera que no sea la de creernos víctimas de “los otros” -que, a su vez también son víctimas, quizá de “nosotros”-, si no nos comprendemos como iguales o hallamos un lugar común desde el que podamos negociar la verdad, la justicia y la reparación. En un problema social no podemos tenernos por hombres y mujeres nada más. En el billetico de mil pesos podemos leer: “Yo no soy un hombre, soy un pueblo”. Gaitán me perdonaría si amplío su sentencia y digo que no somos hombres y mujeres, somos un pueblo. No hay política ni fuerza militar que logre hacer de Colombia un pueblo, en el sentido más amplio de la palabra, si no vemos en el otro al portador de un corazón que palpita, a un ser humano. Eso es bien diferente a ser una víctima y da cabida al perdón más que al rencor y al recrudecimiento de los odios.


(La versión completa del texto la envío por demanda)

1 comentario:

Catalina Arroyave. dijo...

Yo. Yo quiero el resto.