sábado, 27 de noviembre de 2010

2. El carrito de mercado


Con abuelita y mamá, Arturo vio en un libro infantil unos dibujitos sobre la creación de la familia. El hombre se casa con la mujer y tienen un niño y una niña, él muy azulado, ella rosita. De dos en dos se iba creando la pirámide de bomberitos, policías y doctores, todos azules de un lado. Del otro había costureras rositas, figuritas con falda rosita dentro de una casa compuesta de un cuadradito y un triangulito encima con borde rosita.
De dos era el ladrillo de aquella obsoleta familia, célula de nada. A Arturo no le bastó mirar al cielo con desdén aquel día del libro de creación familiar, su recuerdo fue desde entonces una enfermedad degenerativa y terminal que afectó todo aquello que en adelante fuese llamado familia. Pocos fueron los momentos de alivio después de su primer diagnóstico familiar y sin embargo, le decían los psicólogos: “todos somos portadores de alguna frustración”.
Arturo Piedras solía decir que se reservaba para sí el derecho de admisión en el cielo por sólo haberlo mirado aquel día. Era algo así como una deuda que el universo había contraído con él por intentar engañarlo. A lo mejor sea así, porque mucho del cielo tuvo ya en la tierra.
Una tarde, seguramente de domingo porque estábamos en Plaza Dorrego, me dijo mientras fumaba debajo de un árbol sin hojas: “¿Detrás de qué tipo de divorcios anda la familia ésta de nosotros? Si nos miráramos por un segundo para hacernos frente sin más que eso, puro silencio, y nos divorciamos”. Luego se dejó llevar por sus largas y silenciosas cavilaciones, típicas de todo fumador trascendental, y sin dejar más aire para la última bocanada del porro agregó: “el mejor ejemplo de esto es el mercado: ahí vamos, empujando el carrito de la familia de un lado para otro con la única intención de llenarlo para luego vaciarlo en casa. Mañana echamos alguna otra cosa, la próxima semana un ajuste y así hasta fin de mes, o por quincenas según cada combinación rosa-azul.  Pero si el carrito se queda vacío, habrá silencio y hambre. Y habrá divorcio porque algo andará mal. Y Rosita necesitará a otro Azul y Azul a otra Rosita, para acompañarse sí, pero sobre todo para llenar el carrito”.

No hay comentarios.: