jueves, 20 de septiembre de 2007

El parque central

Pasa la primera,
se suspende,
pasa la otra,
hace una pausa,
mira histérica con un rostro
apenas sonriente con el otro.

Pasa la payasita,
halando del cordel
y el camioncito detrás.

Pasa el otro payaso,
más viejo y burlón,
menos pintado,
más profesional,
más suelto;
divertido.

La función de los payasos está por acabar,
ya sólo quedan dos,
los que pedalean monocicletas,
se gritan como inspirados a la pelea.

Siguen siendo cómicos,
payasos.
Se van de la arena,
pedalean persiguiéndose.

Unos cuantos niños,
gritan frenéticos:
—¡Corre,
corre!—;

un poco después,
más niños y hasta madres:
—¡Cójalo,
ladrón,
ladrón!—

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