domingo, 21 de octubre de 2007

Foto

Desde la esquina norte, lo único que se alcanza a ver de la pensión es el perro, Gaitán, que se mantiene echado al pié de un poste, siempre girando para encontrar la sombra. En cambio, del otro lado, desde la esquina sur, un curasao florecido con colores violetas y rosados adorna el aviso intermitente de neón que durante el día apenas resulta legible. El jardín de la entrada está en desorden frondoso, las escaleras invadidas por las espigas y las yerbas. El sonido invisible de las lagartijas que huyen del camino, pareciera estar a ritmo con la fuente. Un niño de piedra orina sobre una pequeña piscinita que enfría el aire. En el umbral de la entrada, cuyas puertas de roble están plegadas hacia adentro, está esperando de pié, recostada levemente sobre la escoba y esperando a que pase el calor del mediodía para barrer el patio.

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