lunes, 3 de diciembre de 2007

En el riel



Por ejemplo esta tarde que estuve viajando en taxi hasta la terminal, me gané quizá unos pesitos, pero no dejé de trabajar por la noche, aunque no sea propiamente trabajar, y no por la escritura sino por lo injustificable dentro de las urgencias que me atosigan. Atosigan. Atosigan.
Llegó a darme risa la manera en que se comportaba cuando contestaba el celular, dos dedos de frente para que no perdás el hilo de las cosas de esta manera tan estúpida. Es mucho lo que tienes por hacer, es necesario que trabajés bastante, que escribás, un libro del putas y que a fin de cuentas te dejés de maricadas en la vida. Eso sí, la bareta no me la toque. Orden en las comidas, orden en el sueño, orden en el trabajo, orden con el dinero. A sus órdenes mi capitán. Sí, don Luis pase, no se quede ahí aguantando el jaramillo que usted es bien pálido y luego se me quema. No doña Luisa, no quiero que me eche cremas en la cara, por favor, no, doña Luisa, no mi amor. Entonces te toca que yo te lo diga por otros medios ya que no me permites decírtelo. Te llamo, no, no te llamo, no te he llamado, seguro te dejé una perdida, es imposible porque no tengo minutos, se me fue la hora, no sé qué pasó, dónde estabas, qué, que dónde estabas, en la calle doña Luisa, por qué no me cree. Mírese al espejo, venga. Está lleno de labial por todos lados. Me choqué con un payaso. Le creo. Le creo. Sí, yo también. Es necesario que escriba algo bien bien-bien-bien bonito. Hasta ahora tengo muchos pedazos sin pegar y quizá mucho más de lo que quisiera porque me gustaría haberlos escrito antes, con más calma. Sin embargo ahora creo que simplemente tengo que cogerle el hilo al tema con lo que estoy viviendo en el día a día, porque o si no, me va a tocar inventar demasiada cosa y quizá me quede algo muy pelle, tengo que hacer algo muy bueno. Seguramente no soy una bestia escritora (nada deslumbrante) y vaya a enfrentarme a un fracaso de grandes proporciones. No, no importa, lo cierto es que estos seis meses han sido de puritico descanso académico. Necesito dejar de hablarme, necesito descomponerme de este delirio en el que me ahoga la soledad. Comienzo a oír algunas cosas, no, no deben ser de arriba, ya no huele a petróleo, ni huele a nada ni me gustan las cosas esas que asustan, y claro, como no me gustan, pues jamás he visto una. Acepto que lo más fantasmal que siento es un leve miedo de que, de existir, se sientan enojados conmigo. Bastaría con que me encañonaran para cambiar de decisión, esclarecer los hechos y matarme de una vez; así que, mi don, y doña, vámonos todos para la mierda que si no nos van a matar aquí mismo. Las deudas están pagas, no te preocupés. Ahora tenemos que estar concentrados, sobretodo yo, porque papá puede extraviarse un tanto si se le deja actuar con trago y sin calma, al menos esa es la tesis de doña Berta, que sin duda le quiere pero que tiene en su hundimiento un motivo para sentirse, al menos, acompañada con el mal de tontos. Y el mal de tontos del que aquí estoy hablando, el mismo que casi me lleva a la verdad mágica del saber contemporáneo (dinero) y me da acceso a la libertad con un aforo gigantesco de decepción divina, sin grasas casi como si fuera una empanada argentina o de vaca, de esas que venden en Ollantaitambo, si en el Perú, porque yo estuve en el Perú. ¿Sí? Qué asco dice la doña, que sueña con Miami, con un último piso y todas esas cosas. Bueno, yo mejor me voy, además ya son las diez y cuarto y me dije que sería la hora a la que acabaría de escribir a modo de primer contacto con el teclado, me sirvió, ya que me quedan segundos, para conseguir pensar escribiendo. Es un ejercicio suave, pero muy falto de coherencia, inmanencia y seguramente con muchísimos errores. Es posible que haya unas cuantas ideas que pueden distribuirse o agruparse para algunos trabajos posteriores… lo siento acaba de decir la muerte que son las 10:15.

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