martes, 29 de mayo de 2007

La Soledad no es la sal

A Rios y Dani
"A ustedes debo la realidad de este sueño, la razón es sólo mía"



Río Magdalena. (Pto. Triunfo, Antioquia)





Esta mañana me levanté en un balcón desde el que se podía ver el río Magdalena. Muy cerca, sólo unos veinte metros de maleza me separaban del río más grande de Colombia (Ríos dirá que él es el más grande - y lo es -). Ahí sigue, quién sabe desde cuando, hacia el mar Caribe. Mientras lo contemplaba, apenas amaneciendo, se me ocurrió algo para decirle a quienes con razón piensan que huyo.



No huyo. ¿Acaso el Magdalena huye hacia Bocas de Ceniza? ¿Está escapando para volverse algún día salado entre la inmensidad del océano? No lo creo. Aún si lo considerara, llegaría a la conclusión de que, de huir, es un mal de nacimiento. Y no. El río no huye, el Magdalena no.



Huyen las quebradas y los riachuelos. Se estancan los charcos, las piscinas, los lagos. Se cierran las canillas del lavamanos o la ducha. Se represan los ríos débiles y se controlan los embalses. Pero los ríos como el Magdalena no se detienen, y no por ello huyen; los ríos como el Magdalena fluyen.



Puedo dejarme navegar, pero no permitir que me digan que huyo hacia la sal, hacia La Soledad. Y si persiste la acusación, he huído desde que nací, como el Magdalena. ¿Acaso como María Magdalena? Ella era puta. La vida es puta. Desde chiquita.



El Magdalena fluye.

1 comentario:

Anónimo dijo...

y que si huyes? no pasa nada. huiras a otro camino, porque será necesario. huirás a ese lugar del que has siempre hablado con cierta magia. huirás a buscar ciertas cosas. huirás si quieres, y si no, sólo será un viaje. qué importan los demás, qué piensen los demás y como lo vean los demás. huir, siempre huir. cuántas veces no se necesita¡¡¡¡