miércoles, 6 de junio de 2007

LA REPÚBLICA

A Candela, que fue buena partera



En La República hay gente. Gente: pluralidad de personas. Persona: individuo de la especie humana. Humanos: especie en vía de extinción. Es un país donde el riesgo de la desaparición de la especie data del 9 de abril de 1948, día en que La República fue refundada, quise decir ratificada, sobre principios de guerra y tranquilidad.

Y han permanecido, según estadísticas de todo tipo. Claro, debo decir que en La República abundan las estadísticas desde hace buen tiempo. Por ejemplo, una última dice que hay más estadísticas que personas; otra hace que en la calles de La República se diga que somos los segundos más felices del mundo; una, ahora de "Las cifras del conflicto colombiano" de Diego Otero Prada, dice que desde el año 1964 hasta el 2004 las víctimas del principio de guerra y tranquilidad, entre desplazados, masacrados, torturados, amenazados, víctimas del terrorismo y secuestrados, asciende a 3.915.640 humanos. El dolor de las familias y los heridos no suman, pues aún los disminuidos continúan siendo, mal que bien, de carne y hueso. Tienen la libertad de estar tranquilos.

La República se divide en varias regiones, donde las políticas cambian según su manera de hacer la guerra o de conseguir la tranquilidad. Sin embargo, no está descentralizada propiamente, al menos no desde los principios que unen a tales regiones. Cada una, por ejemplo, tiene por lo menos dos bandos para poder hacer la guerra y uno encargado de sentirse tranquilo.

Bien pueden ser más de dos, cambiar de nombre, migrar para volver, o ser vencidos, en cuyo caso el grupo vencedor tendrá que ser dividido para mantener la confrontación. Esto se logra rápidamente con Cocaína o Dinero, aunque para efectos de la guerra actual termina por ser lo mismo. Cierto es también que a la Cocaína, para lograr el efecto que tiene en la guerra, es necesario que se le ayude penalizándola. De lo contrario, La República tendría que inventar alguna otra cosa para mantener a sus habitantes tranquilos y en pie de lucha. En esto ha servido de ayuda la influencia del Norte: sus gentes financian la guerra pagando altos precios por Cocaína y sus gobiernos han monopolizado la opción de mantener o aumentar su valor con sus políticas y leyes.

No siempre ha sido así, durante algunos años las ideas fueron un buen motivo para ir a la guerra. Los bandos se conformaban según esta o aquella doctrina, su manera de repartir el Dinero; tantas y tan mezcladas, que terminaron por ponerse de acuerdo en que cambiar las ideologías por el dinero hacía más fácil encontrar motivos para continuar matándose. En aquella época, pertenecer a las ideas hacía sentir tranquilos a los habitantes de La República, y por supuesto nutría también la guerra en defensa de los colores que asignaban a cada bando según sus ideas. De todas maneras, el paso de las ideas a la Cocaína ha dejado intactos los principios de guerra y tranquilidad.

Por respeto no puedo publicarlo completo, en El Eafitense Nº 92 la versión completa.

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