martes, 26 de junio de 2007

Felicidad inexorable

Por fin un día paliativo.


Si me das a elegir,
entre la felicidad eterna
y la gloria efímera,
te digo,
mujer,
que son la misma cosa.

Nada dura más de un día,
a no ser que usted sea hincha de Nacional,
pero usted no entiende.
Usted no sabe nada de semáforos en rojo,
de semáforos en verde,
de gloria efímera,
y de felicidad de ningún tipo.

Usted,
mujer,
no tiene nada de que temer:
"el amor perfecto echa afuera el miedo";
no tiene nada que temer:
usted no ama.
No en gerundio,
no a Nacional.

Inexorablemente arrojado a la felicidad, sin más opción que compartirla para no tener todo eso adentro, y no como una simple alegoría orgásmica, sino más bien emparentado con alguna pasión digna de la hoguera pero infinitamente inconsumada, una pasión urdida de azares que fantasea de vez en cuando; desconectado y desatado, pero sobretodo inmensamente loco... somos campeones, somos lo mejores. Gloria efímera pero descomunal. La llegada de Dios a la tierra, el juicio final y uno, parte de los vencedores. Gloria efímera, el cielo del hincha religioso. Ganó nuestro color. Somos campeones; inexorablemente felices pese a ser efímera nuestra gloria. Te estoy amando Nacional.

Estoy amando verde tu rostro rojo. Yo también salí campeón. No fue olímpica, pero si fue vuelta. Fueron tres vueltas.

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