miércoles, 7 de septiembre de 2005

Solo por costumbre

"En los entierros, uno llora por costumbre."
Camila Avril
Hoy llegué a casa. Enfadado y preso de una melancolía infundada abrí la puerta de mi habitación y vi en el suelo mi borrador blanco. Estaba muerto y flotaba desangrado sobre un pequeño charco rojo y profundo; una boya solitaria, meciéndose al vaivén de la muerte.
Mi borrador ha muerto, ya no borra más. Dicen que a los muertos por costumbre se les llora, yo lloré la ida de mi amigo, pero no sé si fue costumbre. Ya mis ojos se habían enturbiado junto a él y por él, empero, esta vez está muerto. Quizá tengan razón.
Ahora padezco su muerte. Muero con él, sólo por esta noche. Sin embargo, ahí donde solía dormir lo he puesto y le he hablado.

_ Sin saber qué parte del caos habré de vivir mañana, hoy te padezco. Tengo tu desilusión, tu desengaño. Siento tu hálito defraudado, oigo lejano tu sermón sobre la debilidad y, desesperanzado por tu partida, te sigo mirando, sedentario, deshecho y frío... sin vida. Aquí estoy, como siempre, triste, desconsolado, taciturno ¿Qué? ¿Qué me has hecho? ¿Por qué a mí? El soplo inconstante de nuestra inspiración se me antoja ahora aburrido, inerte, confuso. Estoy dolido profundamente, sin ti seré desmañado y ausente. Di algo. Mucho hablamos de la muerte y jamás te vi tan débil frente a ella, tan débil y callado ¿Quién sabe? A lo mejor encontraste algo de todo aquello que hablamos alguna vez.
Cómo hacerte comprender todo cuanto habré de extrañarte; si sólo contigo el sufrimiento fue sufrimiento; si las despedidas fueron siempre cortas; si todo lo que fui, cuando solos estábamos, desde hoy no existe.
Solos jugábamos, improvisando instrucciones, descartando la soledad, tú eras yo, yo te imitaba, al fin y al cabo borrando escribías. Que tan dulce fueron todas las tristezas, que tan inhóspitos aquellos paisajes colmados de recuerdos. Entre nosotros no habrá más murmullos, no habrá sed. A pesar de tu muerte, hoy te lloré, todos te lloramos. Es la costumbre.

Después de despedirme, lo tomé suavemente por el canto y lo enterré junto a todos los muertos. Lo miré una vez más. Una última lágrima aguó su palidez antes de que cerrara el cajón. Hoy murió mi borrador, me dije.

1 comentario:

Anónimo dijo...

CHEVERE... UN BUEN EJERCICIO ES ESCRIBIR SOBRE COSAS TAN 'SIGNIFICANTES' COMO UN BORRADOR. MIRAR LO QUE POCOS MIRAN Y MEZCLARLO CON ESOS SENTIMIENTOS QUE SABEMOS EXISTEN SOBRE OTRAS COSAS... ¿LA COSTUMBRE? QUIÈN SABE, DE PRONTO POR EL BORRADOR, UNO NO LLORE POR COSTUMBRE. PORQUE, ¿CUANTOS BORRADORES MUEREN A DIARIO? NO MUCHOS... NO MUCHOS...
ESTAS FRASES, 'A lo mejor encontraste algo de todo aquello que hablamos alguna vez', 'al fin y al cabo borrando escribías'-habràn màs - MUY BUENAS.... Quizà verdades en tan pocas palabras... YO LE CAMBIARÌA EL NOMBRE. NO ME CONCUERDA CON LA MUERTE DEL BORRADOR, PORQUE POR COSTUMBRE NO SE MUEREN LOS BORRADORES.
ME GUSTO, ME GUSTO MUCHO...