viernes, 2 de septiembre de 2005

Hoy salí

Hoy salí. ¡Ah! Que bueno es salir, estar afuera, en cualquier lugar donde mis ojos puedan enfocar a lo lejos -hacia cualquier lugar donde la luz pueda imaginarse desde un pequeño punto lejano-, un punto lejano; que bueno dejar que mis pupilas se dilaten a su antojo; que mis pies pisen la calle que mis ojos le crean; que el humo que entró no salga; que se pierda en lontananza, imaginando, subyugado por mi deseo.
Dirán que necesito la marihuana, y sí, tendrán razón. La necesito porque sin ella mi vista es corta, mis deseos son cortos, mis ansias medrosas y pueriles. Quizá nadie más la necesite, pero, yo, sí. Me desconecto, me pierdo en mis pensamientos de ascensor mientras, sobre la calle, va mi vida, a la deriva, sin derivar en nada. Además, cigarrillos, no pueden faltar; ¿Qué sería de mí sin el vicio divino? Noches cortas, párrafos cortos, nada nuevo. Cigarrillos y marihuana, noche y asombro.
Hoy salí, y pensé, como muy poco me ocurre, en mi niñez. Es, quizá, por falta de uso, pero para mí, la infancia está olvidada, enterrada. No quisiera parecer sensiblero, pero, sabiéndome más melancólico que concentrado o paciente, seguro me saldrá alguna que otra expresión cliché (la nostalgia es cliché).
Cazábamos ranas, las abríamos hasta sacar el corazón y sentir, sobre la yema de los dedos, los últimos clamores palpitantes de una vida que se iba en mis manos, y gracias a ellas. Eso, por supuesto, ocurría en invierno (donde vivía podía llamarse así a la época de nieve). La vida fue vida y muerte en mis manos. La rana fue rana y luego dejó de serlo. En mis manos asesinas.
Hoy, salí. Estuve en la calle, en una calle, en mi calle. Sobre el asfalto humeante, oliendo las primeras gotas, la sal mediterránea. No estuve mucho tiempo afuera, empero, fue suficiente. De haber sido más, la nostalgia ahora sería tan pueril que me avergonzaría y, como ayer, terminaría por impedirme escribir. Hoy salí, y recordé. Me recordé siendo otro y casi me avergüenzo al ver en mis manos la sangre, los intestinos y el corazón que ya no servía. Hoy salí. Cuánto me duele la muerte.

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