martes, 10 de julio de 2007

Non cogito, sum

El suelo es inagotable, dice Ella

Estamos besándonos con caricias acompasadas y abrazos de veinte pulpos, las lenguas se mueven, los oídos están vigilando el otro lado de la puerta, las manos flotando, casi frenéticas, llevadas por su mente dactilar, excitándose al tiempo que se excitan también nuestros pies, nuestras rodillas, nuestras vertebras…

Nos hemos desnudado. La oscuridad de la habitación, invadida de mar, de humedad y deseo, se atenúa con la luz de nuestro cuerpo. Nos hemos anudado. Ahora somos uno solo, que jadea y gime, que busca aire y se mueve apremiante. Movemos este cuerpo hasta desgastarlo, hasta sacarle toda la mella de las ausencias. Cada beso represado por las apatías del tiempo desfila por el techo de la habitación. Nuestras manos, débiles sobre nuestra piel, acaparan cuanto pueden de estos instantes, para alargarlos, para detenerlos, para guardarlos.

Los gemidos son ahora más intensos, estamos soldando nuestra existencia, jadeamos, nos falta el aire, nos retorcemos, pasamos los dominios de la cama, el suelo está frío, el suelo no se acaba, no se acaban los jadeos, los gritos reprimidos, se acerca, nos arrastramos, nos amamos. Coito. Non cogito.

El suelo es inagotable.

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