jueves, 25 de agosto de 2005

Yo pienso

No sé hacer nada más: sólo pensar. Y no es que mis conjeturas alcancen mayor complejidad, tampoco podría decirse que son profundas o trascendentes. No es el pensar de un filósofo, mucho menos el de un científico. Nada de eso, es sólo pensar.
Razón tenía mi amigo Lucas: en los ascensores, la gente piensa. Sabrá dios (o, posiblemente Lucas) que suerte de conjeturas puede albergar un ascensor de un piso a otro. Yo vivo así, pensando cosas de ascensor. Ideas fragmentadas, borradas intempestivamente por un recuerdo o ligadas a otra cosa bien lejana y de forma totalmente incoherente.
Nunca comienzo de nuevo, tampoco sé del origen, nada ha quedado suelto jamás y no hay tampoco la intención firme de indagar en la mayoría de ellos. Pienso porque al hacerlo huyo de los que fastidian mis oídos y cortan mi vista, pero no corro, pienso. Huyo también de quienes como bufones se escondenen entre la multitud, creyendo menos patéticas sus palabras y menos vacías sus más colmadas soledades, paranoias y tristezas. Como si trataran de exagerar la debilidad para engañar al enemigo. Pienso como sumido en un eterno elevador que poco interrumpe el viaje para abrir sus puertas y dejar que salga ese otro que, a sabiendas de mis apnéas taciturnas, no pierde ocasión de hablar, justamente cuando comienzo a perecer.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No todos sabemos qué pensamos. Muy bueno el artículo David.